Para mi tío Héctor, que me hizo comprar este libro
Cuando pienso en Anna Karenina, me gusta pensar que quien la ha escrito ha sido un hombre en una silla desvencijada sobre una mesa con una pata chueca; que, en medio de la creación, a pesar del constante esfuerzo y perseverancia que esta obra habrá exigido, el autor manchaba las hojas de vez en cuando con un té mal servido del samovar. Incluso pienso que alguna hoja se perdió por una travesura de uno de los hijos de su matrimonio con la condesa Sofía Andreyevna.
Pienso de esta manera porque Lev Tolstói es, sin duda alguna, uno de los gigantes literarios. Quisiera decir esto como un eco de otros autores, pero ya con los años y lecturas que he hecho, me mantengo firme en esta postura. El autor fue admirado por escritores contemporáneos a su tiempo, como Chéjov y Turguénev, y este segundo lo comparaba con un elefante que, sin buscarlo, dejaba huellas enormes (2013). También Nabokov, en una de sus ponencias universitarias, construía una escena donde todos los escritores rusos eran sus estudiantes y, entre todos, con la nota más alta, destacaba Tolstói (2016).
Quiero pensar, entonces, que esta obra maestra, como lo fueron varias de sus narraciones, vienen de un contexto ordinario. Quiero pensar también que a través de una experiencia tan ordinaria pudieron darse a luz verdades universales de la humanidad; la vida y la muerte, la dicha y la desdicha, la traición. De entre todos los temas, este ensayo pretende revisar cómo el amor es representado en la novela de una manera revolucionaria. Anna Karénina será medio para explorar el aspecto desestructurador de las relaciones amorosas.
Todas las familias felices
La novela gira en torno a tres familias: los Oblonsky, los Karenin y los Levine. Los Oblonsky sirven como recurso para conectar las dos tramas en la novela, pues el señor Stepán es hermano de la protagonista Anna y la señora Oblonskaya es hermana de la princesa Kitty Scherbatsky. Entre estos personajes y la añadidura de los Vronsky, se desarrollan todos los nudos argumentales de la novela.
Temprano en la trama, aparecen los personajes de Anna y Levine. Anna viaja a Moscú para reconciliar a su hermano con su cuñada, luego de que el primero engañara a su mujer con una institutriz francesa. Levine, joven ruso con propiedades rurales, ha decidido proponerle matrimonio a la princesa Kitty Scherbatsky. Levine es un alter ego del autor en la novela, mediante quien Tolstói plasma paralelismos con sus ideas y problemas personales. De esta manera, mientras revisemos al personaje, acompañaremos también al autor a través de sus posturas filosóficas.
A pesar de que Stepán Oblonsky desencadena grandes problemas para su familia, la novela crea la certeza de que este problema se resolverá con sencillez. Eventualmente así es gracias al diálogo de Anna con su cuñada Dolly. No obstante, la novela genera una incertidumbre mayor cuando Kitty rechaza la propuesta de matrimonio de Levine. Ella espera casarse con el conde Alexei Vronsky.
Con una sencillez en la prosa de Tolstói, los personajes empiezan a interactuar entre sí en el espacio de la ciudad de Moscú. Las tramas se cruzan cuando en la estación de tren llega Anna de Petersburgo con la condesa que es madre de Alexei Vronsky. El conde recibe a su madre y saluda cordialmente a Anna.
Se sugiere que Anna y Vronsky se habían frecuentado anteriormente, No obstante, gracias al extrañamiento de estos al verse, se sugiere también que es la primera vez que se encuentran en las condiciones que se desarrollan ambos personajes: Anna, madre, mujer casada, conciliadora de matrimonios; Vronsky, un hombre galán y carismático, comprometido con una princesa.
Paralelamente, nuestro otro personaje, Levine, se aísla tras el rechazo a su propuesta de matrimonio y comienza a reconfigurar su vida. En este periodo visita a su hermano, que está enfermo y muere. El hermano recibe incluso el mismo nombre que el hermano de Tolstói en la vida real, Nikolai. Luego, por el impacto de ver a su hermano muriendo, Levine trabaja en la finca con sus campesinos. En este momento el personaje cuestiona su vida y adquiere actitudes ascéticas, muy similares a las que adquiriría el autor más tarde en su vida. Por un lado, Levine cuestiona la vida que tenía hasta ese momento y por otro, renuncia a la vida que aspiraba con la princesa Scherbatsky y se compromete en su finca a llevar una vida más pacífica y rural.
Dejemos el campo y volvamos a Moscú. Luego de que Anna convenciera a Dolly su cuñada, de perdonar a Oblonsky, sucede un baile de la alta sociedad moscovita. En él Alexei baila la primera pieza con Kitty y luego, al pasar el baile, este invita a Anna también. Kitty, por su parte, rechaza a los otros pretendientes de danza, pues espera que Vronsky la invite a bailar la mazurca[1] final. No obstante, Vronsky invita a Anna a esta última pieza y la baila con ella.
De aquí en adelante, el romance aparece y persiste. Anna vuelve a Petersburgo, pero lejos de haber terminado el episodio, lo sigue alimentando. Eventualmente, queda embarazada del conde Vronsky. Ella lo admite con Karenin, se muda con el conde y espera conseguir el divorcio, el cual era un asunto reciente en la sociedad rusa. Anna, en el proceso, termina separándose de su hijo mayor.
Sobre el amor
A un escritor hay que entenderlo al mismo tiempo como pensador y artista. Es a través de Anna Karénina que Tolstói discursa para encontrar la verdad. Lo cierto es que, como expone en su libro “¿Qué es el arte?” escrito muchos años después, el autor creía que las artes tendían al bien y que la literatura debía buscarlo. Con un entendimiento similar al de Platón en su República, Tolstói quiere enseñar mediante su arte. No obstante, la brillantez artística del autor se sobrepuso al veneno de sus intenciones didácticas y moralistas.
El primer tema que deconstruye la novela es la familia. Tomando como referencia a Althusser con su teoría de los aparatos ideológicos del Estado (1974), la familia es al mismo tiempo producto y productor. No solamente se aspira a hacer una familia, sino que la familia aspira a construir un ambiente que propicie crear más familias. Anna, al casarse con un hombre que apenas conoce y quién se le ha escogido por conveniencia, representa esto con su matrimonio.
Cuando Anna llega a Moscú, Tolstói nos permite ver la naturaleza de su matrimonio focalizando la perspectiva de Dolly; seguido de una apología de Anna al matrimonio:
“Sus recuerdos de la vida familiar de lo Karenine[2] en Petersburgo, no eran, sin embargo, agradables del todo. Creyó haber descubierto algo de falso en su modo de vivir.
[…]
Conozco el mundo más que tú -le dijo-; conozco la manera de ser de los hombres como Esteban. ¿Crees que ella y él se hayan ocupado de ti? No lo creas. Estos hombres pueden cometer infidelidades, pero su mujer y su hogar es un santuario para ellos. Establecen entre esas mujeres, que en el fondo las desprecian, y su familia, una línea divisoria que nunca traspasan. Ignoro por qué, pero es así.” (Tolstói, 2011)
Tomando el ejemplo de la misma Anna, ella, de manera bien intencionada, se casa con un hombre que se le eligió también de buena fe. Pero a esta decisión la atraviesa una ideología que permeaba en el contexto familiar de Rusia y que no dista mucho del resto del mundo occidental. ¿Por qué, por ejemplo, Anna tendría que formar una familia? ¿Quién se beneficiaba de que Anna se casara con un hombre veinte años mayor, con una carrera burocrática brillante? La ideología es tan sólida, que Anna misma viaja desde Petersburgo a Moscú para reinstaurar la familia de su hermano, aún cuando este ha traicionado fuertemente a Dolly.
Para poder empatizar desde este siglo con Anna, nos podríamos valer de una pregunta: Hoy en día, ¿cuál es el fin intelectual de formar una familia? En el siglo XXI, podríamos decir que la idea que nos lleva a crear una familia es el amor. Sin embargo, hay ciertas preocupaciones que no distan mucho de las consideraciones de los matrimonios arreglados de la Rusia del siglo XIX: seguridad, beneficio, la posibilidad de expresar la sexualidad de una manera socialmente aceptada.
Podemos hacer un paréntesis y contrastar los matrimonios arreglados con las aplicaciones de citas. A través de perfiles, los usuarios deciden posibles parejas. La situación se desvirtúa cuando el matchmaker, real o algoritmo, empieza a decidir centrándose en lo que le conviene al perfil. Esta dinámica pues, reduce el riesgo de fracasar en el amor. Una seguridad que intenta dar al usuario una relación conveniente. Esto no es muy diferente a los matrimonios arreglados.
Las historias más célebres de amor nos repiten vez tras vez que lejos de ser una conveniencia, el amor es una pugna. El amor, a través de un evento fortuito, descoloca a una persona de su subjetividad y la hace repensarse fuera del yo. Es decir, el amor es “un proyecto existencial: construir un mundo desde un punto de vida decentralizdo distinto a mi mero impulso de supervivencia o reafirmación de mi propia identidad.” (Badiou, 2012)
Anna luego de enamorarse del conde Vronsky deja de observar su vida como lo hizo hasta el día del evento de su encuentro. El amor también es, entonces, fuente de cuestionamientos. Luego de que la relación sucede (y sucede de manera muy frontal y poco oculta por la personalidad franca que tiene Anna), Anna vuelve a Petersburgo y mira con extrañeza y crítica el rostro de su esposo el señor Karenin. Nabokov ya había hablado de este aspecto (2016) y destaca que Anna, a través de aquella experiencia pasional, comienza a ver con otros ojos a su marido.
Apenas entró el tren en la estación, Ana descendió del coche y el primer rostro que vio fue el de su marido.
“¡Santo Dios! ¿Por qué serán tan largas sus orejas?” -pensó al ver el semblante frío pero distinguido de su esposo, sorprendida por el efecto que le produjeron los amplios pabellones de las orejas bajo el ala de su sombrero redondo. (Tolstói, 2011)
Si me es preciso añadir, es importante mostrar que estos cuestionamientos y deconstrucciones no aparecen de una manera planeada y libre de riesgos. Todo lo contrario, el evento pone en riesgo la estructura familiar y social que había construido Anna hasta ese momento. Ese amor, al mismo tiempo, arriesga cosas que para Anna representan mucho, como lo es su vida maternal con su hijo, a quien termina dejando al mudarse con Vronsky.
Sobre la moral
No he llegado a comentar la novela con alguien que considere a Anna como una mala persona. La experiencia está lejos de otras historias de infidelidades, donde usualmente pareciera que hay una persona culpable. He visto más esta postura con Emma Bovary, por ejemplo. No obstante, el romance entre Anna y Vronsky es confrontativo y desafiante. Pareciera una evidencia de cómo un amor puede reestructurar y desafiar los paradigmas que en primera instancia llevaron a los personajes a vivir como lo hacían.
La novela está lejos de ser una apología al adulterio. El trágico final incluso pudiera interpretarse como lo contrario: una advertencia al arrojo desbocado a las pasiones sin considerar las consecuencias que ellas pueden traer. No obstante, prefiero pensar la novela de otra manera.
Anna Karenina cuestiona la premisa de que la constitución de una familia es la culminación del amor. Sí, ésta puede ser un medio para experimentar el amor, pero no es el único. El amor no se queda en eso, sino que es una fuerza descentralizadora donde más de un sujeto puede repensarse y rearmarse constantemente desde el otro.
El amor es una fuerza que rearma a la persona que lo experimenta. Una persona que es muy parlanchina y pocas veces hace el rol de escucha, al tener una experiencia amorosa se vuelve silenciosa y contemplativa. En el caso de la novela, una mujer que es un modelo a seguir en la aristocracia rusa, pasa a ser todo lo opuesto, por lo menos bajo el paradigma que pudiera representarse dentro de la historia.
Pero Anna busca la verdad a través de una historia donde el personaje está sujeto a su contexto social. En otras palabras, Anna se ve envuelta en decidir si conserva la familia que construyó desde las costumbres aristócratas o si decide radicalmente romperla. Su decisión está lejos de ser perversa. No busca dañar a sus alrededores y por primera vez en su vida toma agencia de lo que su vida es o puede ser.
Considero que este punto es lo que hace que la novela muestre la ética del amor. El amor es una idea que se ha discutido por siglos. Las ideas varían y lo hacen radicalmente. Pero en Anna Karénina podemos verlo como una fuerza, pues es algo que mueve a los protagonistas a hacer y deshacer. Es una fuerza amoral que atraviesa conductas morales. Tolstói, como buen artista, muestra que por el amor de Anna a Vronsky, esta pasa a tener evidencia de sobra para ser considerada una mala persona, pero el lector tiene la capacidad de juzgar lo contrario.
El amor de Levine y Scherbatsky
Luego en la novela, aparece otro amor. Hasta ahora he comentado que Levine, luego de su rechazo por parte de la princesa Kitty Scherbatsky se retira a su finca para vivir una vida mucho más rural que la que podría haber vivido en Moscú. Contemporáneamente, Kitty sufre una desilusión desamorosa pues, el Conde Vronsky deja el proyecto de matrimonio con ella para estar con Anna.
Kitty terminó resintiendo en el cuerpo su corazón roto. Se toma un tiempo en un balneario, lejos de la sociedad rusa, para recuperarse. Mientras esto sucede, Levine reconsidera conciliarse con ella y volver a proponerle matrimonio. Lo hace, Kitty acepta y viven su vida en la finca que ya vivía Levine. El matrimonio da luego un bebé que Kitty espera.
A partir de este momento, la novela muestra varios episodios de su vida conyugal. Visitas en su casa, salidas a la ciudad y encuentros con otros personajes de la novela que ya mencionamos antes. Cabe destacar que, para este momento, Levine no había conocido a Anna Karenina a pesar de su cercana relación con su hermano Stepán.
Cuando Kitty está embarazada, viaja con su esposo a Moscú. Aquí, nos encontramos frente a una escena en la que se puede revisar el desarrollo de la princesa. Levine, a petición de sus compañeros, visita a Anna Karénina, quien ya vive con Vronsky, sin haber podido conseguir el divorcio. La conversación detona celos en la princesa, lo cual es comprensible después de la experiencia que vivió con Vronsky y Anna.
“Cuando volvió a entrar, Kitty no se había movido, sentada en el mismo sitio; le miró al acercarse y estalló en lágrimas.
-¿Qué tienes? -preguntó inquieto, comprendiendo la causa de aquel llanto.
[…]
Levine tuvo gran trabajo para calmar a su mujer, y no lo consiguió hasta que le prometió no volver a casa de Ana, cuya influencia perniciosa, junto con el exceso de champaña, debieron extraviar su juicio. […] Estuvieron hablando durante casi toda la noche, sin conseguir conciliar el sueño hasta las tres de la madrugada, reconciliados ya.” (Tolstói, 2011)
Lo que anteriormente representó para ella una crisis y descompostura, ahora se resolvió en una larga discusión que terminó a las tres de la madrugada. Eventualmente, la relación y el carácter del mismo Levine, le permitieron resolver la congoja del evento y su sospecha. Podríamos decir que la confianza que tuvo Kitty en su pareja le permitió dormir aquella noche.
El amor de estos dos, es bastante opuesto al que podemos contemplar en Anna Karénina. Es un amor largo, pacífico y bastante íntegro bajo el estándar de la época. Levine representa la entrega y la persistencia, mientras Kitty el madurar y la resiliencia. A pesar de que las pasiones están presentes como puede observarse en la escena de los celos, lo que caracteriza a esta relación es su solidez y poca volatilidad. Podemos estar seguros de que es un matrimonio a largo plazo.
Tolstói presenta esta relación como lo que él idealiza como un buen matrimonio. Precisamente, al ponerse como el personaje Levine, intenta retratar los aspectos conyugales que su experiencia de vida aprecia. Podemos tomar las situaciones como consejos de Tolstói a tener una relación exitosa, desde los parámetros que tiene el autor sobre un matrimonio feliz.
Podríamos decir que Tolstói usa un viejo truco de la literatura donde para recalcar los aspectos de un elemento, lo repite con los opuestos. Así como Cervantes pone a un hombre alto, delgado y sabiondo en Don Quijote y luego lo resalta con un Sancho bajito, regordete y torpe, Tolstói contrasta una relación problemática, pasional e irracional con una relación fructífera, amoroso y estructurada.
Como en una pelea de box, o una discusión de amigos, el lector probablemente se decante por tomar lados. ¿Cuál es la mejor relación de estas dos? ¿A cuál de estos dos amores es preciso aspirar o decantarse? Aunque lo he querido mencionar, mi ensayo no tiene intención de responder ni de hacer a quien lo lea responder. Ese trabajo ya lo ha hecho Tolstói con la novela y lo hizo muy bien.
Yo creo, pues, que lo que más trasciende es comentar que sin importar cuál de los dos amores se tome, en ambos casos se sigue hablando de amor. Pareciera que existe un afán en la sociedad actual de definir qué son las cosas y no poder desafiarlo. Me parece peligroso. Creo que es un chorro que nace de la misma fuente que busca planear el amor. Si hay una certidumbre sobre lo qué es el amor, nos sentiremos más seguros, pero lo cierto es que, se trata de un evento desestructurador y no es gratuito que los filósofos franceses lo traten como una caída*.
No obstante, ese amor atropellado y trágico permitió que Anna tomara las riendas de su propia vida.
“Pretenden enseñarnos a vivir cuando ellos no conocen lo que es la felicidad. Ignoran que, sin este amor, no habría para mí dicha alguna ni dolor en este mundo, la vida me sería indiferente.”
La protagonista llegó a la conclusión de que la vida que tenía no era la que quería. Levine dice, cuando intenta reconciliarse con Kitty luego de visitar a Anna, que ella es una mujer a la que hay que compadecer. No lo creo. Yo creo que hay que verla como una figura que representa valentía, pues decidió llegar a una verdad más fundamental de su existencia. Amó como pudo y a costa de mucho.
A manera de cierre
Cuando era un estudiante, sobre todo los primeros años de universidad, tenía pocas fuentes de ingresos. Mis padres, en aquel tiempo, me apoyaban con casa y comida. No obstante, cuando me enfrentaba al gasto corriente, no tenía ni un peso. Si yo quería ir a cenar con amigos, a una fiesta, o comprar un libro, compra tras compra, solicitaba a mis padres el dinero.
Llegué a un punto, como estudiante de literatura, donde se volvió desgastante pedir tanto por comprar libros cuando, en ocasiones, los profesores universitarios nos pedían lecturas a la semana. Mis grupos a veces eran numerosos, tenía clases de hasta veintidós compañeros, por lo que incluso la biblioteca no se daba abasto.
Una alternativa que pensé, porque quería y necesitaba dinero, fue vender dulces y cosas viejas. Me iba a una plaza cerca de mi casa, compraba unas gomas de chile y luego, me acercaba a transeúntes pidiendo que me compraran para mis libros universitarios. Entre esas cosas viejas, comencé a vender libros de mi infancia que sentí ya habían cumplido su ciclo: Harry Potter, Manual para aprender a dibujar y una colección de cuentos de Kafka son algunos de los títulos que recuerdo.
Mi lectura de clásicos literarios se la debo a un tío que me tenía especial cariño. Un día me paseaban él y mi tía junto a sus hijas. En una ocasión, años antes de la universidad y la venta de dulces, fuimos a la feria del libro local. Pasamos por un stand de la colección Sepan cuántos de Porrúa. Se trata de una colección muy grande de clásicos de la literatura y mi tío me invitó a leer Anna Karénina. Me compraron el libro, luego se lo cobraron a mis papás. Cuando ingresé a la preparatoria, ya había terminado la lectura.
Mientras preparaba este ensayo, busqué mi edición del clásico de Tolstói. Lo abrí y en las primeras páginas me encontré un post-it que decía:
“Precio en tienda – 160$
Aquí – 95$”
El libro fue, pues, uno de los objetos que no se vendieron en mis días universitarios. Quizás pedí mucho para un libro que nuevo es accesible. Quizás no quería venderlo en el fondo. Lo cierto es que ahora, mientras escribo este ensayo, lo tengo conmigo en mi escritorio, como memoria de mi querido tío.
Esta anécdota me sirvió para introducir los temas centrales de la novela ya que se aborda distintos temas desde el marco de la familia: las dinámicas, el amor como una rebelión, la traición, el sentido del deber y una profunda reflexión moral sobre el papel del hombre en la sociedad. La novela exhibe problemáticas no muy ajenas a las de las personas del siglo XXI y que, sobre todo en sociedades con éticas judeocristianas, se siguen presentando.
La familia puede ser y no ser fuente de amor y no soy quién para emitir un aforismo al respecto. Creo que a través de la experiencia de los personajes podemos reflexionar sobre la verdad, pero no una verdad única, sino una verdad personal. El amor es universalmente subjetivo, es a través de casos que pude y podemos llegar a conclusiones. Quiero terminar este ensayo con una frase que dice Anna cuando la cuestionan indirectamente sobre su romance con Vronsky. La anoté en mi diario en el 2012, mientras leía por primera vez esta novela:
Si hay tantas opiniones como cabezas, también hay tantas maneras de amar como corazones.
Referencias
Althusser, L. (1974). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
Badiou, A. (2012). In Praise of Love. London: Serpent's Tail.
Nabokov, V. (2016). Curso de literatura rusa. Baecelona: Ediciones B.
Tolstói. (2011). Ana Karenina. México: Porrúa.
Turguéniev, I. (2013). En L. N. Tolstói, Relatos. Barcelona: Alba.
[1] Danza de origen eslavo.
[2] La versión de la novela que se usó para este ensayo castellaniza los nombres de los personajes. En mi texto, procuré usar los nombres más cercanos a su versión rusa, incorporando grafías que no son propias del idioma español. Esto explica la incongruencia en los nombres entre las citas y el ensayo.